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Chile: al modelo le dio coronavirus

Con la aprobación en diputados de la ley que autoriza el retiro del 10% de los fondos de pensiones -por única vez y en contexto de pandemia- el país asiste a un momento histórico.

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Ayer, el congreso chileno fue protagonista de un momento histórico. Cuando la pandemia parecía estar amainando pero su consecuencia social está en su peor momento, la cámara de diputados chilena aprobó con 95 votos a favor, 36 en contra y 22 abstenciones, el proyecto que autoriza el retiro de fondos de las Administradoras de Fondos de Pensión (AFP). Otra vez fueron 13 votos oficialistas los que inclinaron la balanza y el Gobierno nuevamente no fue capaz de alinear a su coalición de derecha, Chile Vamos, en pos del rechazo.

De nada sirvieron los “ofertazos” del gobierno, como el Plan de Clase Media reforzado ó 2.0, ni las encendidas intervenciones de los ministros del comité político en el hemiciclo donde llegaron a advertir que la reforma “puede marcar el comienzo de una crisis institucional”. Ahora, está en manos del Senado la aprobación del proyecto y la promulgación de la ley. De ser afirmativa, Piñera tiene la última palabra para vetar o dar luz verde a la iniciativa.

Ya desde la víspera, los ánimos estaban caldeados. A partir de las 21 horas del martes 14 de julio -día de la toma de la Bastilla- Santiago y todo el país fue testigo de un multitudinario cacerolazo en apoyo a la reforma que permitía el retiro de los fondos de las AFP. Mas tarde, se sucedieron disturbios en distintas zonas de la capital, con quema de colectivos, barricadas incendiarias y apedreos a distintas comisarias de la ciudad.

¿FIN DE UN CICLO POLÍTICO?

Para poner en contexto la aprobación del proyecto en Diputados, hay que retrotraernos a Octubre de 2019. “No son 30 pesos, son 30 años” fue uno de los grafitis/slogans que dieron vuelta al mundo luego del estallido social chileno. La suba en 30 pesos del pasaje de metro (subte), detonó en los estudiantes secundarios un ejercicio de desobediencia civil que constó en saltar los molinetes del subterráneo para, de esa forma, manifestar el descontento con la medida. Hasta ahí todo iba bien. Pero llegó la policía y la cosa se complejizó.

Con la represión, el espontáneo movimiento juvenil tuvo el apoyo de la ciudadanía y la bola de nieve comenzó a rodar, terminando en lo que todos conocemos. La ciudad entera explotó de la nada, producto de más 30 años de un modelo económico que acrecentó la brecha social, poniendo a Chile en el top ranking de los países mas desiguales del mundo.

El chileno promedio había aguantado muchas cosas durante mucho tiempo. “Son tantas weas que no se qué poner” fue otro de los aciertos del ingenio popular traducido en grafiti. La ciudad ardió por varios días, en contra del modelo neoliberal que se implantó a punta de bayoneta con la dictadura pinochetista del 73 y que encontró en Milton Friedman y los Chicago Boys sus ideólogos económicos. Y una de las perlas de la corona chilena es el sistema previsional; un sistema de capitalización individual, en el cual el trabajador pone en manos de una institución financiera privada los dineros para su jubilación. El futuro de millones, en manos de la timba financiera.

Las anteojeras y la mezquina lectura de la realidad que mostró el gobierno en ese momento ya daban luces de lo que vendría. Hasta la primera dama en un audio imperdible, lanzó una frase que demostró tener muy buena vejez: “Vamos a tener que compartir nuestros privilegios” dijo la esposa del presidente, Cecilia Morel, en un WhatsApp que se viralizó en las redes. Pero esa recomendación que venia tan de cerca, el presidente no supo escucharla.

Primer contrafáctivo: si Piñera hubiera dado la orden de levantar los molinetes del subte ese jueves 17 de octubre, el estallido social nunca hubiese ocurrido.

FALTA DE EMPATÍA

Ese parece ser el mal que sufre el gobierno de Chile. El estallido siguió su curso y al dicho poco feliz de algún ministro que aseguraba que “esto no va a prender”, se sucedieron movilizaciones, escaramuzas contra carabineros, vaciamiento de ojos, represión y violaciones a los derechos humanos por parte de la policía y por supuesto mas grafitis como el que desenmascaraba la dinámica social del país: “Estamos peor, pero estamos mejor. Porque antes estábamos bien pero era mentira. No como ahora, que estamos mal pero es verdad”.

En marzo, cuando el rebrote del malestar amenazaba con volver, lo que llegó fue otro brote, y las cosas cambiaron. El coronavirus obligó a todos a guardarse en sus casas, y el gobierno de Piñera tuvo un respiro. Recordemos que el presidente chileno terminó el año con un 6% de aprobación. Uno de los mas bajos de la historia chilena de todos los tiempos. Si hasta la calle bromeaban con que se iba a esperar que la aprobación del presidente llegara al 1% para donarlo a la Iglesia. Efectivamente la pandemia le regaló un “ex machina” al atribulado Sebastián Piñera.

Y con la pandemia, llegó la necesidad de elegir un plan de contingencia para enfrentarla. Había dos caminos: privilegiar la salud o la economía. Y el gobierno chileno escogió la segunda. Se inclinó por una cuarentena selectiva y gradual que encerraba a las clases mas pudientes y dejaba libre al resto, para que la economía siguiera funcionando. Era cuestión de tiempo para que la pandemia siguiera el patrón de desigualdad socioeconómica trasandina. La población mas popular que trabajaba en los barrios altos llevó el virus a sus hacinados barrios populares y la tragedia sanitaria se desató.

Segundo contrafactico: si se hubiera escogido la cuarentena total temprana, no se hubiese desatado la crisis sanitaria.

PANDEMIA Y HAMBRE

Con la cuarenta total y obligatoria decretada para Santiago a mediados de mayo, y un gran número de chilenos en sus casas sin poder salir a trabajar, comenzó a tomar forma la otra pandemia: la social.

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE) en marzo del 2020 mas de un 30% de los chilenos trabajan por cuenta propia. Dicha precarización hace que sus ingresos dependan del día a día. El modelo del “self made man” impuesto por la derecha política había triunfado hacia décadas. Y el mantra de la derecha decía claramente “el modelo no se toca”.

Fue así que las ayudas estatales se demoraron sustancialmente. Al primer gesto -Bono Covid-19- le siguieron el IFE, primero de 65 mil pesos chilenos (80 dólares aprox.) y luego el IFE 2.0 de 100 mil pesos mensuales durante tres meses por persona (125 dólares aprox.) para el 60% mas vulnerable de la población. Pero el gobierno parecía no ver lo que se avecinaba y actuaba por reacción en lugar de adelantarse. El plan de protección del empleo que beneficiaba a las empresas y permitía mantener los vínculos laborales sin goce de sueldo, fue lo que siguió, entre otros.

El martes 14, ante la inminente votación en diputados de la ley que permitía el retiro del 10% de las AFP por única vez y en contexto de pandemia, el gobierno lanzó el Plan de Ayuda a la Clase Media “ampliado”, que venia a “mejorar” el primer plan de ayuda y que proponía una serie de créditos blandos a tasa cero. Mas deuda para una clase media ya de por sí sobre endeudada.

Tanto repitieron las AFP el discurso de que las platas de los fondos de capitalización privada pertenecían a cada trabajador, que estos se lo tomaron muy en serio y pidieron su 10% por adelantado para afrontar el hambre que el gobierno y sus conservadoras arcas no fueron capaces de saciar.

Tercer contrafáctico: si el gobierno chileno hubieran abierto antes las arcas del Estado, la gente no hubiera pedido retirar su 10% de las AFP. Y hoy no estaría en juego el modelo chileno.

¿Se puede caer mas abajo todavía.? ¡Claro que si!

NO ES EL 10%

Según el analista político y periodista Mirko Macari, “estamos en un proceso de descomposición de la política institucional del país que tiende a la fragmentación y el derrumbe del modelo”. Tanto Piñera como Bachelet ( y todo el conglomerado de centro izquierda que constituyó la Concertación) han creado coaliciones políticas sólo para ganar elecciones. Conglomerados que al poco tiempo de llegar al poder se desarticulan, porque su único objetivo es ganar y no construir y transformar al país, dice el periodista en su podcast en Youtube “La Cosa Nostra”.

Y según el analista, esa descomposición es cada vez mas evidente y estruendosa. “El tsunami es cada vez mucho mas demoledor”, afirma. Y esa descomposición actual, protagonizada en especial por la derecha, obedece a que los diputados dependen de los votos y algunos de ellos han sabido escuchar las necesidades de la gente, desoyendo a su sector político.

Solo queda ver, próxima la semana, qué camino sigue la cámara de senadores respecto a la ley que permite el retiro de fondos de las AFP. Según el sociólogo Alberto Mayol, la derecha podría haber abierto la posibilidad de entregar ese 10% y así cerrar la discusión que pone en tela de juicio a las AFP; que es uno de los puntos nodales de la convención constituyente propuesta por las bases, surgidas del estallido social y cuyo plebiscito se realizará en octubre próximo.

“Estamos hablando de un conjunto de personas que recibieron un modelo muy bien armado de manos de otra gente mucho mas talentosa ( los Chicago Boys) y que no tiene la capacidad de entender aquello que recibieron. Entonces no pueden tocar nada, no pueden administrar (el modelo)” explica el sociólogo y decano de la Universidad de Chile.

Cuarto y último contrafáctico: Si el gobierno hubiese entregado rápidamente el 10% de las AFP, no estaría en discusión el sistema de pensiones chileno y todo el modelo en general. Sobre todo, con un estallido social que se aplacó por razón y necesidad de pandemia pero cuyo descontento aún sigue latente.

Parafraseando al primigenio “No son 30 pesos, son 30 años” hoy podríamos decir que el problema actual no es el 10% sino que es la puerta que abre el maremágnum de todo lo que viene detrás.

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